
Siempre estamos igual. Nos enfrentamos el uno al otro. O tú, o yo. Sólo uno puede quedar vivo (quien dice vivo, dice por encima, como el aceite). Al final resulta que ninguno gana y que ambos malheridos. Por más pactos de no agresión que firmamos, no podemos evitarlo (por lo menos yo). Esta amistad-veneno que tenemos, nos puede. Al final de cada batalla juramos mantener paz, pero el orgullo me termina ganando. Me hace perder.
Vamos a reinventar las reglas del juego. A partir de ahora ni tú eres la inocente ni yo la experta. La próxima vez que midamos nuestras fuerzas no lo haremos con palabras), sino con el silencio. Y así que la amistad mate al veneno, que las palabras se callen (nos las comeremos después de muertas). Mas que nada por que al final vamos a tener que cosernos las heridas mutuamente... y no se que va a ser peor.
- Esta clarísimo.
-El qué?
-Una relación basada en peligro, necesita el peligro para sobrevivir.
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